sábado, octubre 28, 2006

OAXAXAXACA

¿En donde quedo la encomienda de educar? ¿La misión de alfabetizar? ¿El compromiso de enseñar higiene y medicina preventiva básica? ¿El encargo de formar ciudadanos con conciencia cívica y ecológica? ¿Donde están o han estado las lecciones de geografía e historia? ¿Quien les muestra a los alumnos los peligros del populismo? ¿Quien instruye las matemáticas básicas y los pormenores de nuestro idioma?
La misión tradicionalmente se ha cumplido a medias.
El problema agudo, actual, radica no en la gran cantidad de apuros y conflictos que aquejan a Oaxaca sino en el perfeccionamiento de una táctica política que se sustenta en el cinismo y la impunidad y que toma como bandera los abundantes aprietos de la sociedad.
Nos hemos acostumbrados a vivir en un sistema en donde la ley es la ilegalidad. La justicia ha perdido efectividad. La autoridad no tiene autoridad. Los funcionarios no tienen mando. La policía se ha ganado la falta de respeto. El descaro, la insolencia, la osadía son partes de la vida diaria. La responsabilidad personal se ha extinguido. La cobardía es el eje de la vida de gran parte de la población. El que atropella corre, el que ve un asalto cierra los ojos. El que puede robar roba. El funcionario trata de morder y si no lo logra desata su ira sobre el ciudadano. El que puede se adelanta en la fila. Los semáforos y los letreros de vialidad no indican nada. Vivimos una época sin ley pero con celulares, medicamentos, instrumentos de materiales sofisticados, proyectiles poderosos, Internet, alarmas, computadoras, visión nocturna, GPS y un sin numero de monerías que son bien aprovechados por los delincuentes.
En la política algunos han aprovechado los desordenes socioculturales. La anarquía consecuente en un mundo en cambio constante en una sociedad pasiva sin elementos para adaptarse.